El desarrollo
de esta dimensión en el niño, le corresponde en primera instancia a la familia
y posteriormente a la institución educativa, al establecer y mantener viva la
posibilidad de trascender como una característica propia de la naturaleza
humana, la espiritualidad.
El espíritu
humano crea y desarrolla mediante las culturas y en las culturas un conjunto de
valores, de intereses, de aptitudes, actitudes de orden moral y religioso con
el fin de satisfacer la necesidad de trascendencia que lo caracteriza.
Lo trascendente
en el niño, por tanto, se puede entender como el encuentro del espíritu humano
con su subjetividad, su interioridad y su conciencia, estados profundos de la
dignidad y libertad del ser humano, lo cual supone que el adulto tenga un
conocimiento de las características propias de la subjetividad, la interioridad
y la conciencia en formación del niño.
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