La formación
ética y moral en los niños, una labor tan importante como compleja, consiste en
abordar el reto de orientar su vida. La manera como ellos se relacionarán con
su entorno y con sus semejantes, sus apreciaciones sobre la sociedad y sobre su
papel en ella, en fin, aprender a vivir.
Desde los
primeros contactos que los niños tienen con los objetos y personas que lo
rodean, se inicia un proceso de socialización que los irá situando
culturalmente en un contexto de símbolos y significados que les proporcionará
el apoyo necesario para ir construyendo en forma paulatina su sentido de
pertenencia a un mundo determinado y sus elementos de identidad.
En este proceso
de socialización comienza también el proceso de formación ética y moral de los
pequeños. Los adultos con sus formas de actuar, de comportarse, de hablar, y
los objetos con su carga simbólica, se han encargado de crearle una imagen del
mundo y de su eticidad. Durante los primeros años los niños irán adoptando de
manera heterónoma esas formas de estar en el mundo que le son dadas por los
adultos que los rodean.
El objetivo de
la educación moral sería el desarrollo de la autonomía, es decir, el actuar de
acuerdo con criterios propios.
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